Los planetas podrían forjar su propia agua: implicaciones para mundos habitables

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Durante décadas, los astrónomos han reflexionado sobre el origen del agua de la Tierra. ¿Lo trajeron cometas y asteroides helados mucho después de que se formara nuestro planeta? ¿O el agua ya estaba presente dentro de la Tierra cuando se fusionó a partir de un disco giratorio de polvo y gas? Si bien la teoría del suministro mediante hielo prevaleció durante años, una nueva investigación sugiere que los planetas pueden crear su propia agua a medida que toman forma, lo que podría hacer que los océanos que sustentan la vida sean mucho más comunes en el universo.

Este descubrimiento innovador surge de una serie de experimentos diseñados para recrear las condiciones extremas que prevalecieron durante el ardiente nacimiento de un joven planeta. Los científicos se centraron en los subneptunos, un tipo común de exoplaneta más grande que la Tierra pero más pequeño que Neptuno. Se cree que estos mundos tienen núcleos rocosos envueltos por atmósferas espesas ricas en gas hidrógeno, una receta ideal para probar la formación de agua dentro de un embrión planetario.

Para simular este proceso, los investigadores crearon versiones en miniatura de estos planetas utilizando un dispositivo especializado llamado celda de yunque de diamante. La roca fundida rica en hierro se comprimió a presiones casi 600.000 veces mayores que la presión atmosférica de la Tierra y se calentó a temperaturas superiores a los 7.200 grados Fahrenheit (4.000 grados Celsius). Este ambiente intenso refleja las condiciones dentro de un planeta joven fundido envuelto por una atmósfera espesa rica en hidrógeno.

En estas condiciones simuladas de crisol planetario, el hidrógeno se disolvió fácilmente en la roca fundida. Es importante destacar que este hidrógeno reaccionó con los óxidos de hierro presentes en el material fundido, produciendo cantidades sustanciales de agua. Fundamentalmente, estos experimentos demostraron que el agua podría surgir directamente de la interacción química entre el interior naciente de un planeta y la atmósfera rica en hidrógeno que lo rodea, sin ninguna contribución externa de cometas o asteroides.

Este hallazgo altera drásticamente nuestra comprensión de cómo los planetas adquieren agua. Sugiere que la creación de vastos océanos podría ser una consecuencia inevitable de la propia formación planetaria, haciendo del agua un ingrediente mucho más extendido en los sistemas planetarios de todo el cosmos de lo que se había previsto anteriormente. Las implicaciones son profundas: si el agua se forma tan fácilmente durante el nacimiento de un planeta, aumenta la probabilidad de que existan mundos potencialmente habitables en toda nuestra galaxia, repletos del ingrediente esencial para la vida tal como la conocemos.